miércoles, 15 de junio de 2011

Carta de suicidio (Metáfora de un adios)

Anonadado, un día despiertas y como si de una metamorfosis de Kafka se tratase, sabes con los primeros pestañeos y sin apenas moverte, que has cambiado. Tu  y el mundo.  
Y te escribo con esta carta esta especie de despedida. A ti. Tan sublime siempre. Recuerdo cuando te adormeciste en mi regazo y fue entonces cuando la calma reinó, convirtiéndonos en el epicentro del mundo por unos minutos. Suena a exageración pero sé que por esos segundos en los que te apoyaste y adormeciste sobre mí, el universo se alineó con nosotros, y fueron muchos más los que sintieron ese instante nuestro como una eternidad. El mundo se detuvo, lo que dura una inhalación, la del mejor olor, el que nunca volverás a recordar.


Las placas terrestres temblaron para después pararse, parecía una simbiosis de todas las catástofres atmosféricas del mundo. 
Y en definitiva todas estas palabras no valen nada, solo son el eco de un recuerdo, parte de nosotros de nuestros almacenes del pasado. Meros trozos rescatados de mi memoria de esos instantes, tan breves y tan eternos, solo espero, y no solo espero, que tú también lo recuerdes.

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